Si te has interesado mínimamente por el aprendizaje de idiomas, seguro que has oído hablar de la teoría del Input Comprensible (IC) de Stephen Krashen. La idea central es simple y atractiva: la mejor manera de adquirir un idioma es exponerte a un input que entiendas en su mayoría, pero que incluya algo más complejo que tu nivel actual. Esto es lo que Krashen denominó i+1.
“Adquirimos un idioma cuando entendemos mensajes que contienen estructuras ligeramente superiores a nuestra competencia actual.”
La gracia está clara: haces algo mientras ves y escuchas contenido comprensible. Sin ejercicios pesados, sin libros de gramática, sin pasarte la clase de francés de octavo conjugando verbos sin decir ni una palabra porque tu profe no sabía ni papa de francés... y encima tuvo la cara de llamar a tu padre porque te hacías el payaso en clase. Y cuando tu padre fue a la reunión, se negó a hablar en inglés y solo hablaba en francés, solo para demostrar lo jodido que estaba el sistema público canadiense con los idiomas... en fin, que me voy por las ramas.
En fin, el idea es inmersión y tiempo.
¿Pero es realmente tan sencillo?
La teoría de Krashen ha sido enormemente influyente — fundamenta gran parte de la enseñanza comunicativa moderna, los enfoques naturales y muchas apps populares. Sin embargo, no está exenta de críticas.
La investigación empírica muestra que, aunque el IC es vital para la adquisición, por sí solo no basta para desarrollar fluidez activa completa. Por ejemplo:
Swain (1985) enfatizó la importancia del output, argumentando que producir el idioma obliga a procesarlo más profundamente y a detectar lagunas en el conocimiento.
Long (1996) propuso la Hipótesis de la Interacción, destacando que la negociación del significado durante conversaciones —no solo el input pasivo— es crucial para la adquisición.
Lyster & Ranta (1997) demostraron que la retroalimentación correctiva en contextos de aula mejora significativamente la precisión gramatical.
En otras palabras, el input es necesario pero no suficiente. Confiar solo en el input comprensible suele conducir a “competencia receptiva” (entender) pero habilidades productivas limitadas (hablar, escribir).
¿Y qué pasa con el “enfoque natural” y la inmersión?
El “enfoque natural”, inspirado en las ideas de Krashen, promueve crear entornos ricos en input comprensible y retrasar la producción hasta que el alumno esté listo. Es atractivo y simula cómo los niños adquieren su lengua materna.
Sin embargo, los niños aprenden en entornos altamente interactivos con abundante feedback, señales multimodales y constante interacción social. Los adultos en aulas o autoestudio rara vez disfrutan de ese nivel o cantidad de interacción.
Además, el cerebro adulto procesa el idioma de forma diferente, apoyándose más en mecanismos explícitos y conciencia metalingüística.
Riesgos de aprender solo con input
Sin oportunidades para producir y recibir feedback:
Los errores tienden a fosilizarse (se vuelven permanentes).
Se entiende mucho, pero se duda al hablar por falta de práctica.
La pronunciación, gramática y precisión sintáctica se estancan.
Se sufre la “paradoja de la comprensión”: se entiende mucho pero no se puede expresar.
Implicaciones prácticas para los aprendices
No descartes el input comprensible—es fundamental. Pero compleméntalo con:
Práctica de output: Habla, escribe, interactúa activamente. Producir el idioma ayuda a consolidar y automatizar el conocimiento.
Feedback: Ya sea de profesores, nativos o tecnología, es vital para corregir errores antes de que se fijen.
Práctica deliberada: Ejercicios focalizados en gramática o pronunciación que cuestan.
Motivación y metacognición: Entender cómo aprendes mejor y mantener el interés.
En English for Global Citizens…
Nuestro enfoque refleja esta visión equilibrada. Diseñamos experiencias de aprendizaje que combinan input rico (podcasts, historias, conversaciones) con práctica guiada de output y feedback oportuno. Esta combinación acelera la fluidez y rompe mesetas más rápido que el input solo.
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